El doctor Alfred Tomatis, un reconocido médico
francés se ha pasado los últimos cincuenta años estudiando las propiedades
curativas del sonido y la música y sus influencias en la creatividad e
inteligencia. En sus centros de audición alrededor del mundo, ha hecho pruebas
a más de 100.000 pacientes en relación a problemas de audición, trastornos del
aprendizaje e impedimentos vocales y auditivos.
Tomatis encontró que más allá de las preferencias del paciente, o su
conocimiento sobre el compositor, invariablemente la música de Mozart calmaba
al oyente, mejoraba su percepción espacial y le permitía expresarse con más
claridad. Mozart, descubrió Tomatis, lograba los mejores y más perdurables
resultados.
Otros investigadores han confirmado -como Tomatis- que la obra de un compositor
en particular, Wolfgang Amadeus Mozart, sobresale enigmáticamente
entre todas las demás formas musicales por su poder de curar el cuerpo humano.
Y esta especial capacidad curativa ha sido denominada Efecto Mozart.
Música y Aprendizaje
El Efecto Mozart es uno de los temas sobre educación que más
llama la atención de maestros, padres y publicaciones especializadas en música.
Este término ha servido para renovar y darle un nuevo interés al aprendizaje de
música clásica y ha merecido gran atención en el campo del desarrollo infantil.
Si bien tiene sus orígenes en los trabajos de Tomatis, el Efecto Mozart es
producto de la investigación del equipo de trabajo de los doctoresFrancis
Rauscher y Gordon L. Shaw, con sus colegas de la
Universidad de California en Irving. Estos investigadores estudiaron la
conexión que existe entre la música y el aprendizaje. Su trabajo se inserta en
una creciente línea de investigaciones sobre el desarrollo del cerebro humano,
que demuestra que los niños nacen con 100 billones de neuronas o células
nerviosas desconectadas o sueltas.
Durante el primer año de vida, los sonidos y la música juegan un rol sumamente
importante en su evolución intelectual y emocional. Cada experiencia del bebé,
como ver la sonrisa de su madre o escuchar una charla entre sus padres,
fortalece y forja la unión entre estas células. Aquellas partes del cerebro que
no son usadas, tienden a atrofiarse. Por esta razón, las primeras experiencias
de un niño, pueden ayudar a determinar cómo será cuando crezca. Algunos investigadores
creen que el aprendizaje con música podría ser una de las experiencias que
actúan de manera favorable, para que estas conexiones del cerebro se realicen.
Si bien los adultos normalmente tienen la capacidad de escuchar como una
actividad única, para los bebés no es frecuente que hagan otras cosas mientras
escuchan música. Es precisamente éste el momento en que los padres deben
aprovechar para estimular los músculos de su hijo. Pueden tomarle en los brazos
para aplaudir, o estirar y recoger sus piernas, siguiendo los ritmos musicales
de Mozart.
Diversos estudios de psicología han observado que niños en edad preescolar
exhiben espontáneamente comportamientos musicales, utilizando la música en sus
juegos e integrándola como parte de su comunicación. Los niños tienen la
capacidad de apreciar la música y expresarse ellos mismos musicalmente a una
temprana edad, antes que los factores culturales influyan fuertemente.
Estudios recientes han revelado que las capacidades musicales ya se encuentran
en neonatos. Desde el momento en que el niño está en el útero puede hacérsele
escuchar música, ya que el oído está completamente operacional a partir del
cuarto mes de gestación y lo hace a través de vibraciones.
El trabajo de Campbell
En los últimos años, estos conocimientos han salido de los ámbitos académicos,
encontrando muchos entusiastas del Efecto Mozart entre los padres. El
responsable de ello es Don Campbell, un musicólogo de California
que, tras investigar durante años los efectos de la música sobre el cuerpo y el
espíritu, publicó en 1997 el libro El efecto Mozart: Aprovechar el
poder de la música para curar el cuerpo, reforzar la mente y desatar el espíritu
creativo. Esta obra se basa fundamentalmente en los estudios realizados
entre los años 1993 y 1995 por los investigadores de Irving.
Si bien éstos concluyeron en que las estructuras musicales del compositor
vienés pueden ser de gran ayuda en los procesos de pensamiento. Don Campbell ha
ido mucho más allá: sostiene que la música de Mozart puede potenciar
espectacularmente la capacidad de aprendizaje de los niños menores de tres
años. Sus planteamientos han cobrado tanta fuerza que en el estado de Florida la
ley obliga a los niños de las escuelas públicas a escuchar música clásica.
Para Campbell, toda música tiene un potencial sanador. Bajo esa perspectiva,
editó varios volúmenes de selecciones musicales tendentes a comprobar
vivencialmente cómo y por qué vibraciones, ondas musicales, ritmos y sonidos,
actúan sobre las células, los órganos vitales, la capacidad creativa y la
salud. Esto es posible gracias a que el sonido viaja a través del aire en forma
de ondas, impactando todo cuanto acaricia: agua, animales, plantas y seres
humanos. Por lo tanto, sólo nos hace falta aprender a cambiar el tono, para
mejorar la armonía o la naturaleza del medio a través del cual se transmiten
tales ondas y vibraciones. De esta manera, podremos controlar el efecto que el
sonido crea sobre nuestra piel, nuestros órganos y nuestras emociones.
En la actualidad, los científicos concuerdan en que hay diferentes tipos de
música que pueden ser terapéuticas. Sin embargo, la obra de Mozart sobresale
entre todas las demás formas musicales.
Mozart y su entorno
Mozart podía visualizar en su mente una composición entera antes de volcarla al
papel. Su talento musical fue fruto de su propia esencia, pero también del
contexto familiar en el que se desarrolló. Su etapa prenatal estuvo marcada por
los acordes del violín de su padre, director de orquesta de Salzburgo, y las
canciones y serenatas que le regalaba la voz de su madre, hija de un músico. Su
hermana, además, era pianista. A los 6 años, Amadeus ya había compuesto su
primera obra: Minueto y Trío para teclado. Sus biógrafos afirman que Mozart
acostumbraba a acompañar el embarazo de cada uno de sus hijos, tomando
delicadamente la mano de su esposa y susurrándole melodías tanto en su oído
como en su vientre, mientras con la mano escribía alguna de sus composiciones.
Tomatis sostiene que el estímulo del contexto familiar en el que se desarrolló
Mozart, aún desde antes de su nacimiento, le permitió codificar su música sobre
los ritmos fisiológicos verdaderos, universales y cósmicos de un recién nacido.
Gracias a ello fue capaz de ajustar sus composiciones a las modulaciones
sentidas durante este período. “Mozart es la manifestación de la armonía misma,
encarnada en su música. Y la trasciende. Tiene momentos de éxtasis, donde se lo
percibe en verdaderos estados como de secreción, traspirando música, bajo la
influencia de una especie de escritura espontánea que le impulsa a proyectar
todo lo que le invade. Canta con su ser, vive con él, se encuentra a su propia
disposición a pesar de él mismo”, explica Tomatis.
En virtud de ello, señala que la música de Mozart se caracteriza por tener al
hombre como único instrumento, poniéndolo en resonancia y armonía musical con
el universo. Sentimientos de seguridad permanente, sin momentos de ocio y con
todo perfectamente ligado, donde el pensamiento se desarrolla libre de choques
y sorpresas.
Las selecciones compiladas por Campbell transmiten accesibilidad. Se trata de
ritmos fundamentales e insuperables, que ha sabido explotar de la mejor manera.
Composición siempre de alto nivel, aparentemente fácil, incluso en su
complejidad. Transmiten frescura y serenidad, al tratarse de un compositor
joven, que también es capaz de provocar a quien lo escucha sensación de
libertad y rectitud, que permite respirar y pensar con facilidad. Mozart
evidencia el potencial creativo individual, haciendo sentir que se es el propio
autor, ayuda a escuchar y poner en resonancia las propias vibraciones y el
fluir del canto de cada ser humano. Transmite sentimientos de felicidad y perfección,
transportando a otro universo; haciendo vibrar las fibras más sensibles y
tomando conciencia del propio ser. Algo que no logra ningún otro compositor.
El trabajo de selección que ha realizado Campbell sobre la música de Mozart
representa un conjunto altamente organizado de sonidos que sirven para
estimular diversas áreas del cuerpo y de la mente. El ritmo particularmente
rápido y sostenido tiene influencia sobre el sistema nervioso y la vida
neurovegetativa, mientras que las frecuencias más agudas o “filtradas”,
estimulan áreas del lenguaje y el pensamiento lógico-matemático. Pero también
resulta una música especial para el espíritu.
En ese marco, el Efecto Mozart está basado en que los sonidos de sus melodías,
tanto los simples y puros como los complejos y los de alta frecuencia,
estimulan lo interno, produciendo estados de distensión neuronal propicios para
la creatividad y el neocórtex y el sistema límbico. Ello provoca vibraciones
cognitivas y emotivas que desembocan en el campo de la conducta de nuestros
niños, e inciden directamente sobre la concentración, la atención y la memoria,
fundamentales para el proceso de aprendizaje.
Revista Primavera 2003
Fecha del artículo 1/2/2003 / Fecha de alta en Natural 3/12/2003
Una leyenda científica
Gerard Depardieu dice que Mozart ayudó a curar la tartamudez
de su hijo. Es sólo un ejemplo del llamado «Efecto Mozart», una leyenda
científica que se originó el 14 de octubre de 1993 por un estudio publicado en Nature.
Según dicho estudio, realizado en la Universidad de
California en Irvine, Estados Unidos, unos estudiantes que habían estado
escuchando la Sonata para dos pianos en Re Mayor de Mozart durante 10 minutos
resolvieron mejor unas pruebas de razonamiento espacial que los estudiantes que
habían escuchado música new age o que no habían oído nada en
absoluto.
La noticia corrió como la pólvora por todo el mundo con titulares como “Mozart
puede aumentar la inteligencia de su hijo”. El estudio original deNature no
sólo no se había hecho con niños sino que había encontrado un aumento temporal
y muy modesto del Coeficiente de Inteligencia de unos estudiantes
universitarios.
Aparecieron CD con títulos como «Barroco para su bebé» o «Mozart para papás y
mamás», mientras los propios autores del estudio no daban crédito a sus ojos.
En 1998, en el Estado de Georgia, Estados Unidos, se empezaron a entregar CD de
Mozart a todos los padres con niños pequeños. Más tarde se siguió el mismo
ejemplo en otros lugares. Se organizaron conciertos para bebés y se dispararon
las ventas de Mozart.
Detrás de todo ese imperio está Don Campbell, un músico
estadounidense afincado en Colorado que ni es científico ni tiene nada que ver
con el estudio original, pero que se apresuró a registrar la expresión «Efecto
Mozart» y se ha hecho de oro con sus dos best-seller en los
que habla del efecto curativo de la música para todo tipo de males. También
ha publicado más de una docena de CD.
Dice
que la música de Mozart es buena para corregir unos cincuenta problemas, entre
ellos: el dolor de cabeza, de espalda, el asma, la obesidad, el alcoholismo, la
epilepsia, la esquizofrenia, las enfermedades del corazón, el bloqueo del
escritor, el sida, …. y que sirve para otros menesteres como hacer un mejor
vino, un pan más sabroso o para mejorar el sabor de la cerveza.
En 1999, se vertieron sospechas sobre el famoso estudio. Una revisión de 16
trabajos realizados posteriormente a su publicación —con un total de 714
voluntarios— reveló que ninguno de ellos había logrado reproducir los
resultados. El autor de esta revisión, Christopher F. Chabris, del Massachusetts
General Hospital y Harvard Medical School, dijo que el aumento de la habilidad
para realizar esas tareas era «estadísticamente insignificante» y que no
debería verse como «un fármaco intelectual milagroso».
Muchas publicaciones se hicieron eco. La CNN tituló: «Mozart
es agradable, pero no aumenta el Coeficiente de Inteligencia». Uno de los
autores del estudio original, Frances Rauches, estaba de acuerdo con sus
críticos. Declaró que ellos nunca habían dicho que Mozart sirviera para
aumentar la inteligencia de los niños. «Estoy horrorizada y muy sorprendida por
todo lo que ha pasado. Es un salto gigante pensar que si una música tiene
efectos a corto plazo en estudiantes universitarios va a hacer que los niños
sean más listos. Cuando publicamos los resultados, pensamos que nadie iba a
hacer caso. Todo el asunto se ha ido completamente de las manos».
Así y todo, el fenómeno siguió creciendo, y lo sigue hoy en día. Hay centros
por todo el mundo donde se imparten tratamientos a base de Mozart. Michael
Linton, director de la División de Teoría de la Música y Composición en la
Middle Tenessee State University, escribió:
«Pobre Mozart, ¿dónde está él en todo esto? Perdido. Las magníficas danzas de
Mozart, el terrorífico trueno de Don Giovanni, el éxtasis de La Flauta Mágica,
las intrincadas harmonías de sus sinfonías, y la trascendencia de sus trabajos
finales: el Ave verum corpus, la Clemenza di Tito, y el Requiem, todo ello está
perdido en la muchedumbre que sigue al curandero ambulante de Campbell.
La música más genial de Mozart no es para ser más
inteligente o adquirir poder. Es para convertirse en un ser humano y para
vivir, como firma sus partituras, in nomine Domine. Eso es para lo
que el Efecto Mozart tiene que servir. »
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