Todo bien...


En Brasil dicen todo bien todo el tiempo. Tudo bem. Es una manera de pintar el mundo color de rosa y me parece perfecto. Lo hace la gente con frecuencia. Intenta dar una idea de felicidad completa. Ni una sombra. Ni una sombrita. A esa estrategia tan utilizada le veo, sin embargo, un problema. No es verosímil. 

Es difícil de admitir para una persona mínimamente razonable que una existencia carezca por completo de contradicciones. Nunca está tudo bem. Hasta en el paraíso hay mosquitos y abejorros. Hay algo que se goza pero también algo que duele. Es verdad que no tenemos por qué compartir lo que molesta con la humanidad entera. Entonces decimos todo bien o tudo bem como los brasileños. Lo peor que podría pasar es que nos creamos eso también nosotros. 

Fingir es posible hasta cierto punto. Pero la vida, si es vida, no puede existir al margen de carencias, dudas, sentimientos oscuros y conflictos ¿Por qué tanto miedo a aceptar que las cosas son así y que pese a ello es posible reír, cantar, bailar y disfrutar buenísimos momentos?

Un amigo argumenta que -como van las cosas últimamente-, más honesto es preguntar:
-¿Todo mal?
-Si, fantástico, todo mal...

También pudiera ser que al decir que todo está bien lo que se busque aún sin saberlo sea evitar abrir la puerta sobre lo que no lo está. Tal vez no se trate de fingir sino de un modo de dilatar nuestra apertura al otro. Lo peor sería creer que estaremos bien cuando todo esté bien. Para aceptar que la vida está hecha de claroscuros y que pese a ello es posible disfrutarla hay que ser libre y el camino hacia la libertad requiere reflexión, esfuerzo y humildad.

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